lunes, 12 de agosto de 2013

Vas a gritar


Había que hacerlos gritar, enojarse, hartarse de su propio hartazgo. Transformar el dolor en un grito de liberación. Tienen que gritar bien fuerte, tan fuerte como para callar esa voz interna que los tortura, que los injuria, esa voz interior que los odia. Había que empujarlos hasta su propio limite. Hasta que pudieran dar ese grito que le puso fin al abuso. Tienen que poder gritar hasta acá llegaste había que quebrarlos, que romperlos. Sacudirlos para que pudieran liberarse de esa realidad. Había que llenarlos de esa angustia que es aliada, esa angustia que se transforma en ayuda, en grito de socorro.
Había que hacerlos gritar para traerlos de regreso de la insensibilidad. 
Era importante hacer audible la desesperación y el dolor, y que el desamparo se volviera grito. Era importante ayudarlos a hacerse visibles gritando Acá estoy yo y hasta ahí llegas vos”. Había que tocarles el alma, y a veces el alma grita y en ese grito se sana.
A veces el mutismo se cura con un grito. Y a veces un susurro tiene la potencia de mil gritos que necesitan ser gritados.